Pertenencia

Tras una semana de tormentas intermitentes de pensamientos de todo tipo, por fin llega la ansiada calma. Ya vuelve a estar todo en su lugar, ya está todo controlado. Al menos, casi todo. Cuando duermes tranquila y plácidamente en la cama, por fin te sientes como en casa. Cuando sabes dónde están todos y cada uno de tus objetos personales y logras encontrarlos a la primera en tu nueva habitación, por fin te sientes como en casa. Cuando vas a hacer la compra de la semana y encuentras todo lo que has apuntado en la lista, ya te sientes mucho mejor. Cuando sales de casa a dar un paseo y no has de usar Google Maps para hallar el camino de vuelta, ya te sientes mucho mejor. Cuando por fin sientes que perteneces a este nuevo entorno que gira a tu alrededor y que continúa avanzando segundo tras segundo, sin esperarte a ti… Cuando por fin consigues adoptar este nuevo ritmo sin cansarte ni aburrirte demasiado, ya te sientes casi como en casa, casi como antes.

Saber que perteneces al lugar donde estás viviendo es muy importante interiormente, te ayuda a encontrar tus momentos y lugares de reflexión y, eso, te ayuda a desahogarte y relajarte bien a gusto. Tener cosas que te pertenecen a ti y que te acompañan, por muy poco vivas que estén, también es un alivio. Aunque también echas de menos todo aquello que no has podido meter en la maleta, claro está, pero aprendes a vivir sin ellas: las reemplazas o las dejas fuera de tu día a día. Al menos de momento.

Los círculos, pequeños o grandes, que giran a nuestro alrededor y a los cuales pertenecemos o nos pertenecen, hacen que seamos lo que realmente somos. Por eso, cuando te mudas, ya sea a pocos metros o a muchísimos kilómetros de la que era antes tu casa, necesitas encontrar esos círculos, esas esferas para poder ser tú mismo otra vez. Yo estoy empezando a encontrarlos de nuevo y a volver a ser yo misma en un lugar que, al principio, es frío y hostil. Con el paso de los días te das cuenta de que el hogar siempre estará donde tu corazón esté. En este caso, Leicester sigue sin ser mi hogar. Pero no me voy a quejar más, de momento me está tratando bien.







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