Afecto


Hace mucho tiempo que no presiono las teclas del ordenador con esa rabia habitual tan característica y en esas ráfagas más o menos largas que yo misma conozco tan bien. Hace mucho tiempo que no encontraba la inspiración o, mejor dicho, hace tiempo que la inspiración no venía a mí. Sigo sin estar en uno de mis mejores días, creativamente hablando, pero voy a intentar jugar un poco con ese tenue rayo de luz que acaba de sorprenderme y conectarme con mi faceta de escritora, ni siquiera amateur, yo más bien diría incluso novel. Porque, literariamente, no voy a aportar nada nuevo con este pequeño rincón dedicado a mi lectura interior, es más, este es un rincón con paredes insonorizadas para pegar gritos y que nadie me escuche. Quizás escucharme no, pero leerme... eso sí que podéis hacerlo. Y me reconforta saber que mi vía de escape preferida es, a su vez, un grito que comparto con la gente que más me importa y que, en el fondo, sé que es la que más me aprecia y me quiere. Solo con ellos es con quien me importa compartir estos gritos de alegría, rabia, amor, dolor, más o menos dulces... En definitiva, todas las emociones que juegan en el interior de mi cuerpo y que, de vez en cuando, se filtran en el corazón y me hacen sentir algo. Y ese algo, para mí, es como un post-it fluorescente que me recuerda que hoy (y siempre) tengo que hacer algo: soñar, crear y vivir. Este rincón, además, tiene una doble utilidad ya que, por un lado me ayuda a desahogarme pero, más tarde, me hace ver las cosas con la objetividad necesaria para darme cuenta de qué es lo que he hecho bien y qué es lo que no tanto. Y todo esto es un proceso que me hace mejor ser humano, me incita a sentirme orgullosa de mí misma y a quererme cada día un poquito más.

Aquí, lejos de casa, estoy aprendiendo a (sobre)vivir sin el afecto de esos seres que tanto necesito tener cerca cada día... Digo seres porque no todos comparten la misma forma humana. Pero también me estoy dando cuenta de lo importante que es el afecto que nos tenemos a nosotros mismos y lo poco que, en general, estamos presentes en cada segundo de día que pasa. Vivimos sin darnos cuenta, dejamos pasar momentos increíbles porque tenerlos en un formato digital (que nunca más vas a dignarte a volver a abrir y ver) es mucho más importante que disfrutarlos y, así, poder guardar esa experiencia muy dentro de nosotros mismos. Reconozco que yo, obviamente, también he sido víctima de esta falsa necesidad de querer poseer muchos de mis recuerdos de la manera más física posible. He de confesar, también, que nunca más los volví a ver, en un cajón se quedaron sin ver la luz otra vez. Y por eso mismo, hoy quiero dar un golpe en la mesa, ya que estoy dándome cuenta que la mejor manera de darnos afecto y cariño a nosotros mismos es hacer todo aquello que más nos gusta por encima de cualquier otra cosa. Eso sí, viviendo cada uno de esos segundos como si fuera el último.

Todo este tiempo de escucha a mí misma me está ayudando a decidir qué es lo que más me gusta hacer en este mundo, qué es aquello a lo que quiero dedicar la mayor parte de mi tiempo y gran parte de mi esfuerzo... Y ojalá pueda convertir mis mayores pasiones en mi sustento económico de mañana. Eso sería el mayor gesto de afecto que podría regalarme a mí misma.






Comentarios

Entradas populares de este blog

Navidad

Bombones